Historia

Se presenta parte de la entrevista del hermano Gabriel a Sergio Vidal, que nos conduce a la imagen de la Virgen peregrina.
Un 12 de Octubre de 1983: Encontrándome en la cocina con mi señora, tomando el desayuno (los niños, aprovechando el feriado, se encontraban aún en cama), de pronto, María Graciela me dice: «Sergio, ¿Sientes un perfume de rosas?» ¡No! le respondí y aunque no sentí ese perfume, pero sabía que estaba. Ella me viene a buscar. Con una seguridad absoluta, aunque no veía ni sentía. Mi esposa me responde: ¿Entonces, cómo puedes saberlo? -Pues, yo sé que me viene a buscar.
Replica todavía: ¿Y a dónde vas a ir? Ella me llevará, interrumpiendo mi desayuno, salí como loco. (Siempre que relato esto, puntualizo que yo me sentía como «metido dentro de algo», como en un torbellino, una fuerza que me hizo caminar). Llegué hasta la calle Dorsal, y al pasar un bus del recorrido Colón-Oriente, lo abordé. Era algo que me hacía avanzar sin saber a dónde, ni a qué destino conocido. Ese bus prosiguió por calle Compañía, hacia el Centro.
En la esquina de Almirante Barroso, se hallaba un Sacerdote y detrás, en Huérfanos, se encontraba la Basílica del Salvador. Viendo al Sacerdote, descendí del bus, considerando su presencia como una señal. Me dirigí a la Basílica y avancé hasta los pies de la imagen de la Virgen del Carmen, me hinqué y empecé a rezar el rosario. Llevaba apenas una decena, cuando llega el sacristán, y me advierte que es hora de cerrar el templo, ¿y la Misa? pregunte. Ya fue celebrada por el Sacerdote que estaba en la esquina, me aclaró.
Salí de la Basílica, y nuevamente me vi envuelto por esa «cosa» que aún no he logrado definir ni
explicar. Empecé a caminar y caminar, hasta que llegué a calle General Mackenna con Mapocho:
¡Puros prostíbulos! Toda la manzana eran prostíbulos. Allí experimenté un gran temor. ¿Me estaré volviendo loco?, ya que me paseaba de esquina a esquina, sin saber qué buscaba, ni por qué me encontraba allí.
En un momento dado, fueron abiertas las ventanas de una de esas casas y pude ver a través de los vidrios una imagen de la Santísima Virgen, puesta sobre un pilar. Verla y empezar a sentir su voz fue todo uno. Esa voz me dijo: «Yo soy el Corazón Inmaculado de la Encarnación del Hijo de Dios».
Desde afuera le contesté: «Madre, ahora sé por qué me trajiste: para que te saque de aquí «Ese fue el inicio de la Historia de la Imagen.
Golpeé la puerta y salió un señor, el que me atendió. Le hice la pregunta. ¿Vende Usted esa
imagen? Sí, me respondió. (Se veían otros artículos semejantes, también en venta). Le pregunté por el origen de la estatua de María. No sabría decírselo, pero el artista que vino a retocar, opinó que parecía ser francesa, y de mucha antigüedad. En un principio tenía el vestido rosado y el manto celeste.
Casi me trastorné de gozo en ese momento, pero el dueño del negocio la ofrecía en $ 8.000 pesos (del año 83). Yo, apenas andaba trayendo 2.000. A ello Siguió el acostumbrado «tira y afloja», pero él mantuvo el precio dicho: $ 8.000.-
No tengo necesidad de decir que regresé a casa rebosando gozo.
Ya en casa, le conté todo a María Graciela. Ella, como toda buena dueña de casa, tenía mucho
cuidado en el manejo del dinero, y se fue de negativa, aduciendo los gastos de siempre: el colegio la vestimenta, la alimentación…
Al día siguiente, me encontré en la calle con Raquel, una valiosa amiga, que además de ser de
nuestro grupo de Oración, era la madrina de bautizo de Gonzalo Andrés, mi hijo menor. Allí mismo le conté lo de «la Imagen de María», y cómo había vuelto a oír su celestial voz. Me extraño que Raquel, oyendo todas esas maravillas, mostraba un rostro desinteresado; era de esos que les entra por un oído y les sale por el otro. Recordé el motivo. Ella era devotísima sólo de la Virgen de la Medalla Milagrosa. La única valiosa, según ella.
Sin embargo, la invité a pasar a mi casa (pues todavía estábamos en la calle). Eso lo hice «con mi
qué», a fin de que me ayudara a convencer a mi señora, ya que de todos modos era un gasto grande, para el cual no se estaba presupuestado. (Esos ocho mil de 1983, serían actualmente (2006), unos 40 mil pesos. No los teníamos.
Al llegar con Raquel, mi señora nos sirvió algo, y yo: iDale que dale, con lo de la Virgen. Raquel se quedó con nosotros esa noche. Al día siguiente, mientras tomábamos el desayuno, me dice de pronto: «Mira, Sergio. Vamos a ver a tu «famosa» Virgen, (pues ya nuestra tierna Madre estaba haciendo su trabajo). Concluido el desayuno, salimos Raquel y yo, a ver a la Virgen. Al pasar junto a una pequeña paquetería que hay en calle Dorsal, entró, dejándome a la espera, afuera. Había comprado un pliego de papel de regalo y lo necesario para cerrar un paquete. Ni dudar que era la Madre la que desde mi casa estaba trabajando para «sí misma y para mí».
(Hacemos un alto en el relato, en que Don Sergio, mostrando uno de los cuadros de su oratorio, me dice: Ella es. Ahora ya se encuentra en el cielo).
Saliendo ella de la tienda hace detenerse un taxi, diciéndome: Vamos a ver tu famosa Virgen: Llegados allá, la contemplamos primero desde afuera. Qué bueno que aún no la han vendido, y que bella es en realidad. Pero, déjame a mí lo del «regateo». Entramos y el empezamos, mostrando fingida indiferencia. La cosa es que, gracias a su habilidad para el forcejeo, la logró sacar en 5.000 pesos. Eso no fue todo. Luego de pagar, y antes de salir, envolvió la imagen en el papel de regalo que había adquirido previamente. Lo selló y entregándome el precioso bulto me dice: Sergio, este es mi regalo de aniversario de tu Matrimonio. Bueno, yo había pensado regalarte la «Virgen de los Rayos», pero veo que te trastornaste por esta otra. Aquí está. Es tuya.
Abandonamos el local. Hizo parar otro taxi, le cancela de antemano la carrera, diciéndome: Me voy a realizar varias diligencias propias de las damas, tú sabes. Pero mañana domingo los acompañaré al almuerzo. Allí aprovecharé para mirar con mayor detención la bella adquisición.
No necesito decir que mi corazón saltaba de alegría. Llegado a casa, en lugar de abrir yo mismo,
toco el timbre. Sale mi mujer y dice «¿Qué pasa? Pasándole el bulto por encima del bajo portón, le digo: recíbelo. Entramos al comedor, ella le retira el envoltorio y exclama: De veras que es bonita, pero se ve con tanta suciedad! Y sin decir, ni preguntar se va a la cocina, abre la llave de agua, y pone la imagen debajo del chorro. Yo quedo paralizado, por efecto del agua se empieza a desprender como escamas de la antigua pintura y descascararse, yo en ese momento pienso qué explicación íbamos a dar al día siguiente a Raquel! Pensará que nos hemos vuelto locos de verdad!
Rápido, tomé uno de los pedacitos que habían caído y salgo para ir a una casa de pinturas ya
comprar un esmalte del mismo tono. Logré lo que quería, y vuelto a casa, me puse a pintarla. Según mi parecer, la dejé bellísima. Cuando al día siguiente llegó Raquel y la miraba y remiraba diciendo: no sé, pero algo raro le encuentro. Tuve que decirle la verdad. Lo que sucede es que ahora presenta un vestido nuevo, porque pasó esto y esto. Ella volvió a decir: Para mí, quedó hermosísima. Pero posteriormente, en una de las visitas que nos está haciendo, Ella, la Virgen, nos aclaró, en un día 21: «fui yo quien deseé sacarme todo eso que salió, ya que había sido tocada por muchas manos sucias propias de esa casa”.
Un prostíbulo ¿Cuántas cosas y manos sucias que debió soportar la Santísima Virgen?
Ella empezó a ser la Virgen Peregrina, primero aquí en Santiago. Empezaron a solicitar su presencia, hasta que a los pocos días, se hizo presente una pintora profesional. Nos consultó nuestro parecer sobre el colorido a darle o mantener el que tenía. La opinión de esa persona era que se le diera un tono blanco. Ello me pareció una buena idea, pues yo siempre tendía a compararla con la imagen de la Virgen de Fátima.
Cuando regresó la artista con la Virgen vestida de blanco quedamos muy contentos. Y ese ha sido el color que ha mantenido hasta el día de hoy.
Agradezco a Dios Todopoderoso y a mi Madre Bendita, que se haya fijado en su humilde siervo, en nuestro hogar y nuestra familia, para tomarnos como instrumentos suyos.
Agradezco a todos mis hermanos, en forma especial a nuestros guías espirituales, amigos y consejos; sacerdotes de la inmaculada Concepción, uno de ellos, sacerdote chileno que se encuentra destinado en Roma. Quienes han estado siempre juntos a nosotros, alentándonos, guiándonos y fortaleciéndonos en nuestra fe, tanto en encuentros personales, como en retiros espirituales con nuestro grupo de oración. También en forma muy especial quiero dar los agradecimientos, a las religiosas del monasterio de la Visitación, quienes junto con abrirnos las puertas de su templo, abrieron las puertas de sus corazones a la Madre Virgen Peregrina y a quiénes formamos el Grupo de Oración.
No puedo dejar de agradecer, en forma especial a mis hermanos y hermanas del grupo de Oración, con quienes hemos compartido tantas emociones, alegres y tristes. Pero todas ellas nos han enriquecido en nuestra fe y amor.
Gracias a quienes han compartido las emociones de las Misiones; gracias a quienes han hecho sus aportes, a quienes con sus oraciones, nos han fortalecido en momentos difíciles. Gracias porque juntos hemos compartido la «Misión» de llevar la palabra del Señor a cuanto lugar nos ha sido posible, dentro y fuera de nuestra patria, para contribuir a la extensión del Reino de Dios.
«Para Dios sea el Honor y Gloria”.

Sergio Vidal/Santiago Chile